Casi como una señal premonitoria, el lunes por la mañana me dirigía felizmente al trabajo (a la residencia Kamen) escuchando la banda sonora de Una mente maravillosa, a la que adoro desde la adolescencia. Una parte de mí se sentía un poco traidora, porque no es un secreto que tengo una gran devoción por Michael Kamen y una estrecha relación con su música. Pero seamos sinceros, James Horner es (porque eso nunca cambiará) una referencia en el mundo de la música de cine. Ha dejado una huella en este género y por ello le estaremos siempre agradecidos. No me cabe duda de que Michael se habría entristecido con la trágica noticia del lunes, como estoy seguro de que Horner se entristeció al conocer la pérdida de nuestro querido Kamen. Cuando grandes personas como ellos nos dejan, privan al mundo de su talento; ya no podemos disfrutar de sus nuevas creaciones creativas ni de su don musical. Esto, por supuesto, nos entristece mucho a todos los que tenemos esa pasión por la música.
James Horner sabía muy bien cómo sacar lo mejor de una película, mezclar el dramatismo de la imagen con la tensión musical, y fusionar ambos para que el público, como se decía del maestro Karajan, pudiera escuchar con los ojos y ver con los oídos. No son muchos los que consiguen esto, y de ahí que los que lo consiguen, sin duda, dejen una profunda huella en el público. Tres de sus bandas sonoras me han marcado especialmente y han sido una parte muy importante de mi desarrollo como músico: Braveheart, Una mente maravillosa y Avatar. Podría estar mucho tiempo discutiendo el porqué de estos tres, pero creo que cualquiera que los haya escuchado entenderá enseguida de qué estoy hablando.
No sólo me encanta su música, sino que siempre he tenido la sensación de tener una estrecha conexión con él, aunque nunca le haya conocido personalmente. Poco después de comenzar mis estudios universitarios en la Thornton School of Music de Los Ángeles, pude aprender mucho sobre Horner de una de las personas que más estrechamente trabajó con él. Mi profesor Jim Thatcher fue su primer trompa desde que Horner hizo que Thatcher dirigiera la sección para la banda sonora Cocoon (yo ni siquiera había nacido en 1985), y hasta hoy Thatcher era una persona en la que Horner confiaba musicalmente. Todavía recuerdo mis conversaciones con Thatcher sobre las sesiones de grabación de Avatar… Debe haber sido una semana muy dura para él.
Por si esta conexión no fuera suficiente, al llegar a Londres me di cuenta de que Horner había estudiado durante unos años en el Royal College of Music, donde yo comenzaba mi máster en trompa y dirección de orquesta. Esta conexión indirecta continuó, y se hizo aún más fuerte cuando Horner anunció que estrenaría su Concierto para cuatro trompas con la Filarmónica de Londres y dos de mis profesores de trompa: Jim Thatcher y John Ryan, que también fue uno de mis profesores en el RCM.
El destino quiso que no pudiera ir a ese concierto, pero si hubiera sabido que sería mi última oportunidad de ver a Horner en persona, y muy probablemente de conocerle, nunca hubiera permitido no ir. Supongo que es difícil predecir el futuro. Al menos tengo la satisfacción de haber dirigido dos de sus obras el año pasado con la Royal College of Music Students’Film Orchestra, Avatar and For y Love of a Princess. Pensar en las caras de todos los intérpretes disfrutando de su música me hace sonreír. Porque aunque él ya no esté con nosotros, su música sigue viva. ¡Qué mejor legado!
Por su contribución a este maravilloso arte, ¡GRACIAS!