Cómo la vida nos trae grandes recuerdos de las formas más inesperadas

Allí estaba yo, en Londres, estudiando un máster en interpretación musical en el Royal College of Music. Allí estaba yo, creando una orquesta de cine para disfrutar de la música que más me ha puesto la piel de gallina en mi vida. Con mucha ilusión, ganas de trabajar y de disfrutar de esta música, pedí a mis compañeros de la facultad que enumeraran sus 5 partituras de cine favoritas de todos los tiempos. Para mi sorpresa, tras analizar todos los resultados, entre todas las posibles candidatas, 2 de esas 5 habían sido compuestas por el mismo compositor, el legendario Michael Kamen. El nombre me resultaba familiar, por supuesto lo había escuchado antes. Mi memoria se transportó a mis primeros años de adolescencia, más o menos hacia 2002-2003. Por aquel entonces, durante más de un año, me sentí completamente enamorado de 4 minutos de música, que escuchaba una y otra vez hasta la saturación, hasta quedarme dormido o quedarme sin batería en mi enorme reproductor de CD portátil. Me refiero, por supuesto, a los principales títulos de Band of Brothers. Por aquel entonces, el nombre de Michael Kamen no me sonaba demasiado, sólo había oído hablar de compositores de cine como Horner, Goldsmith, Silvestri, Williams y Hans Zimmer. ¡Cuánta buena música me estaba perdiendo! ¿Alguien puede adivinar cuál era la otra banda sonora de Michael en esa lista de las 5 mejores? Robin Hood, Príncipe de los Ladrones.

Con mucha energía, y la misma cantidad de ignorancia, me dirigí a la biblioteca del RCM para hablar con la bibliotecaria de orquesta y pedirle si podía echarnos una mano para recuperar algunas de estas partituras que queríamos interpretar. Y con Robin Hood y Band of Brothers esta historia dio un giro inesperado. Después de muchos correos electrónicos, largas noches frente al ordenador y mucho entusiasmo por este proyecto y la música que pretendía encontrar, me encontré en casa de Michael Kamen. Allí estaba tomando un café con Sandra Kamen, la misma Sandra que Michael adoraba tanto, aquella a la que escribió “Beside You” (que más tarde se utilizó en What Dreams May Come), y que también hemos interpretado en nuestra Film Orchestra. Allí estaba yo, junto al piano de una leyenda de la música (y digo de la música, no simplemente de la música de cine), tan nerviosa como emocionada, con la misma sensación que tiene todo el mundo cuando sabe que está en el mismo lugar donde, antaño, vivió un gran hombre. ¡Increíble!

Mi admiración por Michael Kamen va más allá de un interés temporal, y me siento muy afortunado de haber podido organizar el único concierto de homenaje en el mundo para conmemorar el décimo aniversario de su muerte; junto a su familia, sus amigos y todos los que aman su música. Todos los presentes fueron un testimonio vivo de lo grande que era este hombre. En ese concierto, su nieto Jasper, al que nunca conoció, estaba sentado simpática y tranquilamente entre el público, admirando a su abuelo en la gran pantalla de la sala de conciertos. He oído que en algún momento preguntó: ¿ese hombre es el abuelo? Me hubiera gustado que alguien le respondiera: “¡hijo, por muy importante que creas que haya sido, siempre estará más orgulloso de ti; de Sandra, de Sasha y de Zoe!. Siempre echamos de menos a las grandes personas, con tristeza porque se han ido pero con alegría porque las hemos conocido. Nunca tuve el honor de conocer al maestro Kamen. Lo más cerca que he estado de él ha sido dirigiendo su música con su batuta, sintiendo que estaba conectado a él y a su música a través de una de las fuentes más poderosas: ¡la música! Si puedo hacer justicia a la gran música que creó, una parte de él permanecerá siempre fresca en nuestra memoria. La música tiene una forma muy poderosa de hacernos reflexionar en nuestro pasado y conectar en lo más profundo de nuestro ser.

Con la música de Kamen experimento la sensación de primera mano. Cada vez que dirijo Band of Brothers me hace retroceder unos cuantos años, a esa época en la que no sabía que me convertiría en un músico profesional, ¡pero sabía que la música tenía algo especial!